En un mundo en el que la digitalización ha conseguido hacer visible cualquier contenido, los idiomas cobran más importancia que nunca. Una marca tiene la posibilidad de tener un alcance global pero para ello debe adaptar su comunicación. Hacer negocios con el extranjero tiene muchos beneficios: aumento de la rentabilidad, mayor prestigio, más conocimiento y mejor posicionamiento. Sin olvidar la relevancia que adquiere en un momento en el que el ecommerce es la clave para luchar contra la crisis actual.

Estos objetivos solo se efectuarán si nuestro mensaje llega a todos.  La web de una empresa debe estar disponible en aquellos idiomas más relevantes para ella o, al menos, los más básicos. Recurrir a traductores automáticos como Google Translator es una práctica extendida. ¿Quién no lo ha hecho? Pero, cuando se trata del ámbito profesional y está en juego nuestro negocio, este tipo de traducciones no son ni la mejor, ni la segunda mejor opción. De hecho, son totalmente desaconsejables.

La confianza de nuestros clientes reside en la información que les proporcionamos desde la web. Cualquier error puede dañar nuestra imagen y profesionalidad. Aunque hemos visto ya múltiples casos en los que estos fallos se hacen virales por resultar graciosos, a la hora de las ventas no nos conviene.

Por eso hoy damos varias razones sobre por qué no usar Google Translator y qué se debería hacer en su lugar para adaptar un ecommerce a varias lenguas.

¿Por qué evitar los traductores automáticos?

En primer lugar, Google se nutre todas aquellas traducciones que han ido agregando usuarios. Esa memoria no realiza una selección de calidad por lo que el robot te dará un resultado muy poco fiable basado en búsquedas que ha podido hacer cualquiera, sin necesidad de que sea profesional o nativo.

Para aquellos que quieran agilizar el proceso, esta tampoco es una buena opción porque solo permiten traducir un idioma cada vez. Es decir, debemos traducir la información de poco a poco y dividida en diferentes proyectos, según la lengua. Además, en idiomas como el inglés o el español este tipo de traductores ha ido mejorando ya que son los más hablados, aunque no podemos decir que sean buenos. Pero, si ya tenemos que revisar un texto en inglés, imaginemos lo que supondría corregirlo en danés, por ejemplo. No merece la pena.

Estas herramientas son robots, es decir, no tienen cultura del lenguaje. No pueden traducir expresiones, coloquialismos, ni el sentido figurado, ni la terminología específica o jerga de algunos campos. Sus traducciones no son fiables ni exactas porque no sabe interpretar. No conoce la intención que tenemos ni le da al texto el sentido que deseamos. Ya de por sí, reformula con dificultad las frases en el idioma meta. Huelga decir que los idiomas experimentan cambios y no son registrados en estas máquinas.

Veamos un ejemplo:

¿Cómo realizar la traducción de un ecommerce?

Este es el recopilatorio de varios tips para un resultado profesional digno de nuestra web:

  1. La traducción se dividirá en fases, dependiendo de nuestras prioridades, necesidades y presupuesto. Si no disponemos del tiempo o los fondos para realizar un traducción completa, esta es la opción más sensata.
  2. Revisar los textos en el idioma original. Fundamental. Si queremos que las traducciones sean fiables y exactas, lo primero que debe estar correcto es la versión en la lengua meta. Si no hay errores (no debería haberlos), podemos reformular el lenguaje de forma que sea más fácil su posterior traducción.
  3. Extrae los textos de la web, completos. No podemos dejar nada. Botones, pop-ups, landing pages, emails automáticos, buscador interno, mensajes, etc. TODO. Si no hacemos una traducción en profundidad, la experiencia del usuario se verá dañada. No deseamos que los clientes se encuentren con inconvenientes a la hora de efectuar sus compras.
  4. Asignar un traductor para cada idioma. Su tarea se fijará exclusivamente a este. Así, hay menos posibilidades de errores y el proyecto se realizará en un menor tiempo. Podemos emplear a personas que ya formen parte de nuestra empresa o bien contratar a una agencia especializada.
  5. Definir el tono y lenguaje a usar. Queremos que refleje la personalidad y espíritu de marca.
  6. Adaptar la información al país de destino. No solo expresiones. Nos referimos a método de pago, plazos de envío, política de devolución. Cualquier hecho que se vea modificado por el cambio de mercado.
  7. Resolver las dudas de los traductores. Desde la marca hay que estar siempre presentes y a mano para sus necesidades porque somos nosotros quienes decimos qué y cómo queremos que se hagan las cosas. Siempre podemos facilitar materiales extra que les sirvan de ayuda para la tarea.
  8. Corregir y revisar. Hasta la saciedad. Esto es muy importante. No puede haber fallos. Asegurar que los textos están completos y traducidos correctamente. Y, que cada uno está en su lugar, en el momento en el que se suban a la web. Recomendamos realizar el proceso de compra online hasta el final, a modo de prueba, para comprobar que contenido, pantallas y botones estén bien.

 

¿Preparados para lanzarnos al mercado internacional? For sure!

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