A mal tiempo, buena cara. Esa es nuestra premisa par abordar cualquier situación. No queremos banalizar los problemas a los que todos nos estamos enfrentando actualmente. Pero, como creadores, prescriptores y dueños de negocios, tenemos la obligación de dar esperanza y alivio a nuestro público. En psicología se ha comprobado que las actitudes y pensamientos positivos repercuten de forma beneficiosa en el éxito. Por mucho que estemos desbordados o nos quejemos, no podemos hacer nada más que seguir adelante y adaptarnos a lo que venga. La voluntad y la capacidad de reinvención son fundamentales si queremos salir a flote y superar las desavenencias. La recompensa tendrá su merecido.

A todos nos surgen las mismas preguntas. ¿Cómo poder hacer algo con las constantes restricciones y nuevas medidas?¿Cómo mantenerse en  plena crisis económica?¿Cómo vender si nadie quiere comprar? Sería deshonesto decir que es bien sencillo.

Hay mucho trabajo detrás de las posibles soluciones pero estamos aquí para luchar. ¡Que la incertidumbre no nos anule!

El marketing va a seguir siendo nuestra herramienta principal. Sorprender e impactar son sus cometidos. Si aplicamos unas buenas estrategias de comunicación que nos consigan posicionar en el top of mind de los consumidores y nos sitúen dentro de sus prioridades, ya tendríamos todo hecho. Pero, esto no se obtiene con un chasquido de dedos. El nuevo escenario nos obliga a aplicar cambios en las técnicas que estábamos empleando. En un momento en el que las personas se sirven de internet y el nivel de conexión ha llegado a su máximo, el plano digital cobra más relevancia que nunca. El ecommerce y las redes sociales concentrarán todos nuestras esfuerzos.

Comprender desde el principio que todos estamos pasando por lo mismo, es clave. La empatía es nuestra prioridad. Ser capaces de ponerse en el lugar del otro. Ser humanos. Esta es la base de nuestra comunicación actual. Debemos ahondar en el perfil de nuestros clientes: cómo se sienten, qué están viviendo, qué les preocupa… Sacar a relucir nuestro lado más íntimo y personal como marca, llevar la sinceridad por bandera y estar cerca de nuestro público genera esa ansiada conexión que buscamos. Nuestros mensajes no se deben enfocar a las ventas sino a buscar complicidad a través de los sentimientos. Escuchar, hacer saber que estamos ahí para nuestros clientes, que los entendemos, que solo queremos velar por su bienestar.

Nuestra tarea no es causar más alarma o recordar, continuamente, el malestar del panorama. Lo contrario. Tenemos que tratar nuestros comunicados desde un prisma positivo, impregnados de la esencia y personalidad por la que siempre nos hemos caracterizado. Nuestra marca será ese apoyo, ese entretenimiento, esa fuente de calma y foco de buenas sensaciones. Claro está, sin banalizar la situación y siendo conscientes de que debemos ser muy cautelosos con qué y cómo decir las cosas.

La oportunidad que nos brinda la hiperconexión es inédita. Podemos hacernos visibles y relevantes para los consumidores. ¿Cómo? Con contenidos de gran creatividad (sorprendentes, divertidos, estéticos), con historias conmovedoras (relatos emocionantes y seductores con los que se identifique el usuario) y dando pie a la conversación (hacer al público partícipe de la marca a través de tema interesantes).

La sensación final con la que nos debemos quedar es que hemos conseguido posicionarnos y generar un engagement de calidad. Aunque ahora no parezca repercutir en las ventas, nuestros clientes nos recordarán a la hora de elegir una marca en la que confiar. Porque siempre hemos estado ahí y seguiremos estando.

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