El mercado actual se ha convertido en un entorno de transformación constante, competitividad e inmediatez. La creatividad implica la capacidad de adaptación a situaciones cambiantes, es decir, flexibilidad y consecución de los objetivos propuestos por la empresa. La aceleración, la omnicanalidad y la personalización son tres factores clave en la experiencia del cliente. Y, sin duda, estas tendencias seguirán reforzándose. Las marcas tienen que trabajar para comprender al usuario y acercarse a él. Por ello, su estrategia debe basarse en generar relatos más originales y personales para plasmar los valores principales que quieren transmitir.
Pasar del storytelling al storydoing
Tanto el storytelling como el storydoing son dos de las estrategias más importantes en marketing digital.
En una sociedad cada vez más digitalizada, no podemos limitarnos a contar historias a nuestro público, sino que también hay que conseguir que se involucren y hacer que sean los verdaderos protagonistas-no de nuestra historia-sino también de las suyas.
Según un estudio, el 55% de los clientes ahora confían menos en las empresas de lo que solían hacerlo. Prefieren recomendaciones de familiares, opiniones de otros clientes o comprobarlo por sí mismos. Se basan en su propia investigación para tomar sus decisiones de compra.
El cliente es un usuario mucho más informado, que tiene para elegir entre infinidad de opciones y está constantemente expuesto a nuevas experiencias, por lo que las empresas han tenido que adaptarse de forma inmediata y efectiva a estas nuevas demandas.
El arte de contar historias o storytelling requiere tener una buena estructura emocional que tiene que estar presente en cualquier historia sobre la marca. Es necesario saber cuál es el detonante emocional de nuestro cliente para hacer que permanezca completamente enganchado con nuestra trama, lo que le impulsará a implicarse más. Los consumidores no sólo quieren escuchar una historia, sino que también quieren vivirla.
Entonces, es hora de pasar a la accion: el storydoing. El cliente busca un vínculo entre las historias que las marcas cuentan, con las historias que las marcas crean en la vida diaria y con su experiencia personal. Se trata de implicarle en el proceso, proponiéndole que viva la experiencia de la marca. Es decir, hacer tangibles los valores que representa nuestra marca.
Una acción vale más que mil palabras, ¿no?
Al implicar directamente al consumidor emocional, es mucho más fácil generar el impacto que buscamos y conseguir mayor repercusión en redes sociales.
Dar rienda suelta a la creatividad
-No sólo se trata de definir el mensaje, sino de cómo se comunica ese mensaje.
–Jugar con las palabras y hazlo de manera divertida: está demostrado que las cosas que tendemos a recordar las cosas que nos hacen la vida más amena. Siempre respetando la voz, y el tono de comunicación que tienes definidos en tu marca.
–Todo lo que realicemos debe estar pensado para articular algo en un determinado canal: es necesario saber identificar los canales a través de los cuales los consumidores quieren ser contactados, ajustando el mensaje a sus preferencias personales y generando interacción.
–Las emociones son el centro y los clientes los protagonistas: la marca pasa a segundo plano. Son los usuarios los que crean las historias y las viven en primer lugar, lo que les genera un vínculo emocional con la propia marca.
–Invertir en todo tipo de experiencias interactivas para tener un mayor feedback con el cliente: En el 2021, casi un 80% de las campañas promocionales se dan a través de los medios digitales. El «boca a boca» en redes sociales es la mejor estrategia para que un producto o servicio se propague y se incrementen las posibilidades de incrementar las ventas. Además, las sugerencias del cliente puede ser un elemento de peso para mejorar.
–Segmentar al cliente según sus prioridades de la manera más detallada posible: es fundamental dividir a los consumidores en categorías específicas. Así, hay que diferenciar su comportamiento y la información que pueden obtener de sus interacciones con la empresa.
–Hablar el mismo lenguaje que el consumidor: la clave está en ser cercanos, amigables y, sobre todo, claros con lo que queremos transmitir. Las mejores historias son las que escuchamos y nos amenizan el día a día, las que sentimos como reales y en las que nos vemos reflejados.
–Transmitir los valores de la marca con transparencia y autenticidad
Ya no basta con crear copys novedosos, el cliente quiere que la marca apele a sus gustos, intereses o necesidades de forma individualizada. Es el momento de sacar todas nuestras habilidades para hacer atractivos los productos y servicios, personalizándolos a las necesidades de cada consumidor. Y, en términos de creatividad, parece que ya está todo inventado, pero recuerda: ¡el que no corre…vuela!
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