Blacklist

Los términos Blacklist y Whitelist se han utilizado durante mucho tiempo en ámbitos del sector informático para determinar listas de remitentes prohibidos y aceptados.

A pesar de tener una fuerte asociación con el lenguaje informático, lo cierto es que este tipo de listas se usan en muchas industrias y en diferentes idiomas. En español encontramos la llamada “lista negra” cuyo significado recae en el mismo que tiene su origen en inglés. Un término recurrente y muy utilizado a día de hoy para referirnos a las listas interminables de personas o elementos vetados.

“Enviar contacto a la lista negra”. La lista negra de números de teléfono, la de personas que no son bien recibidas, la lista negra de las palabras prohibidas que no queremos en nuestro posicionamiento. Lo reconocemos, nosotras también hemos utilizado esta expresión a la hora de confeccionar manuales de estilo. Pero, finalmente, hemos decidido dejar de utilizar el concepto de blacklist y empezar a utilizar otros términos como «palabras prohibidas» que, además, son más descriptivos.

Pero, ¿por qué esta obsesión nuestra por buscar alternativas a «la lista negra»? Aunque en moda no sea así, históricamente las asociaciones con el color negro le han hecho flaco favor a lo que llamamos el lenguaje inclusivo.

Blanco y negro. Bueno y malo.

Existe una tendencia cultural muy arraigada que interioriza que el término “negro” hace referencia a lo malo, mientras que el término “blanco” hace referencia a lo bueno.

Un ejemplo de ello es la gran cantidad de expresiones que existen en nuestro idioma: “viernes negro”, “eres la oveja negra”, “dinero negro”, “magia negra”, “verlo todo negro” … Un sinfín de expresiones donde el término “negro” hace apelación a un significado despectivo y malo, en contraposición con el color blanco.

En los casos anteriores, el color negro se utiliza de manera peyorativa. Tradicionalmente, en nuestra cultura occidental el color negro se ha asociado a la mala suerte, a las tinieblas, a la oscuridad, a lo turbio, a lo desconocido… Pero la verdadera mala suerte fue cuando este color se asoció al tono de piel oscuro y con él todas sus connotaciones.

Debido a estas connotaciones, parece que el origen de la expresión blacklist vendría por un informe elaborado durante el reinado de Enrique VIII que fue encuadernado con tapas negra y que contenía los nombres de algunos monasterios con presunta conducta pecaminosa.

Por suerte, en el sector de la moda utilizamos el adjetivo «negro» con una intención bien distinta. Es más, el empleo del color negro en la moda se asocia a elegancia, seriedad y profesionalidad. Y no debemos olvidar uno de nuestros mayores iconos en la historia de la moda: el Little Black Dress.

¿Seremos los expertos en moda los que consigamos dignificar al color negro?

¿Deberíamos dejar de asociar el color negro a algo malo?

Nuestro idioma y las palabras que lo forman construyen nuestra realidad. Es natural que muchas connotaciones se vayan perdiendo conforme pasan los años debido al avance que existe a nivel social y cultural. Términos que antes podían tener una connotación negativa, pueden dejar de tenerla; la visión sobre estos va cambiando conforme lo hace la sociedad.

Los términos blanco y negro tienen un significado muy binario, por lo que muchas de las propuestas consisten en modificar los términos de expresiones como Black list y White list. Para ello existen otras como: lista prohibida y lista permitida o lista de bloqueados y autorizados.

El lenguaje evoluciona y se transforma de manera constante, está en nuestra mano hacer que los significados cambien, y aportar nuestro granito de arena para hacer del lenguaje una herramienta inclusiva.

 

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