El concepto de empresa se ha transformado con la digitalización. Los negocios han tenido que modificar sus bases, sus técnicas y formas de actuar para adaptarse a este panorama virtual. Esto no solo se debe a internet. El cliente también ha cambiado y ya no quiere o atiende a lo mismo que antes. Por eso, el marketing y la publicidad se han visto revolucionados (sobre todo a través de las redes sociales) para concebir nuevas estrategias eficaces que consigan llegar al público. ¿Cuál ha sido el resultado? En un mercado saturado, lo principal es la marca. Esta será la clave del éxito.
Bien es cierto que sin un buen producto o servicio que respalde a la marca, nuestros esfuerzos serán en vano. El producto/servicio es nuestro valor tangible, lo que ofertamos. Pero, para que este sea deseable, lo que debemos poner en relieve es nuestra marca. Dar a conocer nuestra seña, ser únicos, dar unos beneficios…eso es lo que vende un producto. Ahora, apelar a las emociones es la mejor vía para conseguir nuestros objetivos. Las personas buscan algo más que la simple satisfacción de una necesidad. Una marca simboliza unos principios, unos valores, una forma de ver el mundo, una manera de ser. Todo ello conduce a la distinción y así podremos dar soluciones únicas. Esta es la clave.
¿Cómo creamos una marca personal?
Conociéndonos. Saber quiénes somos, para quiénes tenemos un beneficio y qué queremos es fundamental. Una vez tengamos esto muy claro, pasaremos a estudiar el mercado para conocer cuál es nuestra posición, qué beneficios aportamos, qué hacemos mejor que otros. De este modo tendremos las claves para distinguirnos de la competencia. Aunque, lo más importante y lo que hay que destacar en el entorno actual de los negocios son los valores con los que actuarás que el resto no tienen. Es decir, una llamada a lo simbólico de tu marca. Qué significa y qué infiere poseer tu producto o servicio. El siguiente paso será comunicarlo de manera eficaz.
Otro de los aspectos para competir en el nuevo mercado digital es la especialización. Hay que seleccionar un nicho en el que queramos trabajar y destacar. Esto lo haremos tras identificar quién es nuestro cliente potencial. Es mejor sacrificar un público que no conecte demasiado con tu marca y fidelizar uno que te de preferencia y se sienta totalmente identificado con quién eres y lo que ofertas.
Por último, llega la hora de comunicar y vender. Transmitir todo lo que somos y crear una comunidad y conversación en redes sociales es una de las mejores tácticas. Pero, de manera más específica, nos centraremos en el mensaje de venta que debe resumir (en una sola frase) nuestro objetivo como empresa: resaltar que el producto va dirigido a tu consumidor potencial, qué beneficio puede obtener de él y rebatir cualquier punto negativo que implique. Es decir, la fórmula de una buena premisa de venta sería decir qué haces, para quién lo haces y el beneficio que aporta. Todo gira en torno a ayudar a alguien haciendo su vida más fácil.
En realidad, no debemos vender sino dar consejos o contar experiencias que ayuden a resolver problemas. Esta será la vía para conseguir confianza, credibilidad, estatus de prescriptor y consagración como especialista. Ya no serás uno más sino la preferencia. Conseguir llegar al corazón es difícil pero creyendo en tus sueños y luchando para que la gente ame igual que tu lo que ofertas, con transparencia y pasión, es lo que te hará llegar al éxito.
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